SOBRE LA EXPANSIÓN DEL EJERCICIO POÉTICO (prólogo para Vulgaria)
Luego de la magnífica “Celebriedad del fauno” (ed. El Clú de Yaugurú, 2014) en la que Martín ejercitaba un lúcido recorrido por las diversas posibilidades expresivas de la verbalidad poética y la verbovisualidad que se encaminaba por los senderos del collage, el pentacróstico, el letrismo, asematismo, concretismo, etc., hoy nos presenta este nuevo trabajo que da a lugar un nuevo proceso de exploración en el campo de la poesía expandida.
En este “Vulgaria” la presencia de lo visual se convierte en un eje continuamente presente, casi dominante en las obras que la integran y la diversidad de técnicas empleadas para la elaboración de los mismos vuelve a ser una constante: collages-analógicos, digitales, dibujos manuales, stencil, Photoshop, Illustrator, aplicaciones de AI, técnicas mixtas de grabado, etc., que demuestran el interés en explorar las diversas transformaciones posibles / probables, de la imagen.
Y a pesar del avance del tiempo y de las tecnologías, recordemos las sabias palabras del pedagogo y antropólogo Figueira[1] , cuando en sus manuales escolares decía:
Pídase a los alumnos que estudien las principales figuras de este libro (…) los niños se irán dando cuenta de que las figuras constituyen una forma de lenguaje escrito, e irán aprendiendo a leer lo que el artista ha querido expresar en ellas. (p.5)
Acá Gamboa propone un viaje por lo intrincado del lenguaje, que no sólo es verbal; en tiempos que la imagen vuelve a ser el medio por excelencia para comunicar un mensaje, como en la Edad Media, la tribu contemporánea decodifica analógicamente el discurso, como lo proponía Mallarmé[2]:
“El género, [el poema] que se vuelve uno como la sinfonía, (…) deja intacto el verso antiguo (…) en tanto que ahora el caso a tratar sería, de preferencia (así como sigue), temas de imaginación pura y compleja o intelectual: no queda ninguna razón para que esta sea excluida de la Poesía –su única fuente.” (Traducción y subrayado propio)
La imaginación y también el humor crítico son elementos caros e indispensables para los que transitan caminos por fuera del canon letrado o el establishment literario, irónicamente Ferreiro[3] (p. 1, 1930) planeaba hacerse un lugar en el “justo sitio dentro del amansamiento de la Ciudad del Arte”, algo que nuestro autor no tiene en vista hacer. En obras como “Pop para divertirse”, “Mate”, “La bestia folk” o el brillante apropiacionista “Poema de amor”, el lectovisuaescuchador (si se me permite parafrasear a Joyce), podrá entender de lo que hablo.
En obras como: “De urgente consideración”, “El discurso del fascismo” o “Teología de la prosperidad” podemos entrever una profunda huella padineana. El propio Martín escribe que:
Abarcar la obra de Clemente Padín puede llegar a ser un verdadero ejercicio hermenéutico de la ruptura en cuanto máquina discursiva. Una máquina que invita a un sumergirse en el trabajo de los signos, las operaciones distintivas de la escritura, los espacios de la textualidad, y el proyecto en construcción de una lectura hecha en el umbral de otra.[4] (Subrayado propio)
Y como en aquella vieja etiqueta de Jabón BAO, la obra dentro de la obra, el recurso de mise en abyme es utilizado en el “Soneto sonoro para Clemente Padín” allí Martín recurre a dos composiciones musicales del propio Padín, el “Estudio Folklórico n°1 (Aire de milonga)” y el “Estudio Folklórico n°2 (Aire popular)” milagrosamente preservados por el concertista Gonzalo Solari, reformulando la partitura musical en escritura visual (¿verbivocovisual?).
En la inquietante pieza visual “Antropofagia cultural…” publicada en este poemario, el autor echa mano al apropiacionismo de algunos de los petroglifos relevados por Cosens & Bespali, en la localidad de Chamangá y es imposible no pensar en Swadesh[5] y recordar, cuando decía que la mano del hombre pintada en una pared era la primer letra de su alfabeto.
El poeta mantiene todavía aquella función primordial, sus palabras, el negativo de su mano, fue alguna vez una obra de arte original, o como dice Read[6], “parte de una compleja estructura vocal que fue una obra de arte original”
Hoy la mirada tiene la perspectiva de la distancia, las palabras, su voz o sus símbolos acuñan nuevos significados, el poeta – el demiurgo – busca combinaciones desusadas, crea o re-crea lo que él denomina “potencia visual”. De algún modo, esta Vulgaria se trona Vulgata, es decir, adquiere un potencial de ritual atractivo, las palabras (imágenes) adquieren significados nuevos, el autor empecinado escarba en la posibilidad revolucionaria (incómoda) del discurso asémico, proyectando un ritual de misa pagana para la nueva humanidad.
[Un aparte] Me declaro un fanático de la obra de Juan Cunha, cómo no hacerlo, pero eso no me impide, bajo ningún concepto, discrepar en algunos puntos con él. En el magnífico Tomo I de Señal de Vida[7], hay un capítulo que podría haberse llamado “sección amena”, sin embargo el autor la denominó “Revoltijo o de todo un poquito” (p.309). Anécdotas, breves ensayos, poemas, críticas mordaces, algunas con destinatarios y otras un poco más sugestivas, con dardos a colegas locales, obviamente.
Aquí Cunha plantea lo que para mí resulta una falsa dicotomía, critica de forma feroz a Huidobro (“ululalero (…) ultralatoso”, p.157), por el único delito de inventar palabras, para Cunha la verdadera función del poeta es descubrirlas (p.343) tener “fe en la palabra”, pues bien, volviendo a este “Vulgaria”, la poesía se descubre pero también se inventa. El europeo cuando llega a este continente descubre nombres e inventa otros para recrear lo que ve, cuando el lenguaje que conocemos no alcanza para mostrar la cruda realidad que nos rodea, recurrimos al poeta, sea este, al decir de Cunha: creyente o supersticioso. (p.343)
[Anécdota al margen] El autor, durante su búsqueda para encontrar apoyo a su proyecto, contactó con un par de pequeñas editoriales ̶a̶l̶t̶e̶r̶n̶a̶t̶i̶v̶a̶s, que asombradas, (¿escandalizadas?) rechazaron la propuesta al ritmo de un sonsonete de salambeque: “esto no es poesía”. No viene al caso nombrarlas, de último la ignorancia no es un crimen. “Cree el vanidoso aldeano, que el mundo entero es su aldea”, escribía Martí en su ensayo “Nuestra América” (1891) y mientras voy cerrando la nota, escucho a lo lejos, los versos de Violeta[8] que dicen: “¡caramba y zamba la cosa, que vivan los experimentos!”
Juan Angel Italiano.
[1] Figueira, J.H. (1908). Paso a paso. (p.5). Montevideo, Uruguay: Cabaut & Cía.
[2] Mallarmé, S. (1914). Un coup de dés jamais n'abolira le hasard. (p.4). París, Francia: Nuvelle Revue Française.
[3] Ferreiro, A.M. (1930) Se ruega no dar la mano. Montevideo: Cuaderno de Cartel.
[4] Palacio Gamboa, M. (2014) Las estrategias de lo refractario. Maldonado: Trópico Sur Editor.
[5] Swadesh, M. (1966). El lenguaje y la vida humana. (p.X) D.F., México: Fondo de Cultura Económica.
[6] Read, H. (1967) Orígenes de la forma en el arte. (p.17) Buenos Aires: Editorial Proyección.
[7] Cunha, J. (2000) Señal de vida. Poesía inédita. Tomo I. Montevideo: Academia Nacional de Letras.
[8] Parra, V. (1967). Me gustan los estudiantes. [Canción]. De Violeta Parra. DICAP.
Selección de obras de Vulgaria / Martín Palacio Gamboa
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